3º. Martes, 13:05 horas.
Antes de sumergirse en la alberca le dijo a Orionis que pidiera para ella otra piña colada. Nadó ligera de una a otra orilla un par de veces y salió salpicando a su alrededor, frotó con una toalla la cabeza, medio secó su cuerpo y se tumbó en el camastro que estaba al lado de Orionis, mientras tomaba el sudoroso vaso con la bebida recién servida. Enderezó un poco el camastro de alberca y le pidió a Orionis que le alcanzara la revista que había dejado al otro lado. Tomó sus lentes oscuros, cubrió con ellos casi la mitad de su rostro y abrió el semanario ante sí. Leyó:
“Históricamente, se ha llamado Vía Láctea a la banda luminosa, algo tenue, que atraviesa el cielo nocturno, alcanzando su máximo esplendor durante el invierno del hemisferio sur; su nombre es de carácter mitológico y proviene del aspecto lechoso que presenta”
Orionis, también con lentes oscuros, le preguntó a Betelgeuse si le había gustado la bebida. Comentaron por un corto tiempo que todo estaba magnífico, excelente, que buen servicio, sabrosísimo, lujoso, encantador, y el clima, y el agua de la alberca, y la arena de la playa, y el oleaje, y la gente, y la música. Orionis observó con detenimiento la sensual línea que separa los pechos de la mujer joven, casi adolescente, que en esos momentos se impulsaba con ambos brazos para salir de la alberca, justo frente a ellos, y omitió contestar el siguiente y reiterativo adjetivo que Betelgeuse enunciaba, lo cual aprovechó ella para continuar con su lectura: “En esa zona del cielo el número de estrellas es apreciablemente mayor que en otras regiones; esto implica que en el espacio la distribución de las estrellas no es esférica, lo que indica que el número de estrellas que vemos en cualquier dirección del cielo no es la misma”
En cuanto desapareció la joven mujer, casi una niña pensó Orionis, éste reinició la conversación sin percibir el gesto de disgusto de Betelgeuse. Insistió en que todo era excelente, pero demasiado caro, y luego elaboró un amplio discurso sobre la ganancia, la tasa de retorno del capital, los precios, los salarios, las tasas impositivas, la globalización, el liberalismo y la economía de libre mercado. Betelgeuse, como siempre que la plática apuntaba hacia esa orilla, aportó que todo lo que tenían era gracias a su trabajo y que bastante se fregaban y que merecían esto y más y que ellos no tenían la culpa de que los demás fueran tan haraganes y que seguramente vendrían mejores tiempos para ambos y que total todo lo iban a pagar a crédito y que luego podrían cambiar de auto y hasta echarse la bronca de una mejor casa y quizá tener familia.
Orionis, como siempre que la plática apuntaba hacia esa orilla, le preguntó si quería otra bebida o si pedían algo de comer o si subían al comedor o si iban a la playa. Betelgeuse aceptó otra piña colada, decidió que esperarían otro rato para “hacer más hambre”, clavó su mirada en el trasero del muchacho que estaba a punto de lanzarse a la alberca, a unos cuantos metros de ellos, y abrió nuevamente su revista.
Todavía tardó un instante en reanudar la lectura. El cuerpo torneado y fuerte del joven se zambulló en el agua y con él los ardorosos pensamientos que hubieran ruborizado a cualquiera, no a Betelgeuse, quien continúo leyendo: “Más tarde se determinó que la Vía Láctea es una galaxia de forma espiral compuesta de un núcleo y dos brazos que parten del mismo. Las estrellas más luminosas (y de alta temperatura) se ubican siguiendo esa estructura espiral. En general, todo lo que vemos en el cielo a simple vista forma parte de la Vía Láctea. Una excepción son las llamadas Nubes de Magallanes, la Nube Mayor y la Nube Menor, formaciones difusas que se observan como dos pequeñas manchas y que son visibles en el cielo del hemisferio sur. Los objetos celestes más brillantes, como las estrellas más luminosas, las nebulosas brillantes, las nebulosas oscuras y los cúmulos abiertos, también se ubican en los brazos espirales de la Vía Láctea. Pero, el resto de las estrellas, entre ellas nuestro Sol, aparecen distribuidos entre los brazos. Las más recientes estimaciones acerca del número de estrellas que componen la Vía Láctea indican que habría unas 200 mil millones de estrellas distribuidas en un diámetro cercano a los 80,000 Años Luz, en un espesor de alrededor de 5,000 Años Luz”
Orionis y Betelgeuse tardaron un poco en darse cuenta. Él dormitaba, ella leía. El alboroto que hacían los cerca de 50 huéspedes distribuidos en el amplísimo espacio de la alberca principal hizo que finalmente también ellos prestaran atención y dirigieran su vista al cielo. La luminosidad había disminuido considerablemente, como si estuviera nublado, pero no había una sola nube, ni siquiera blanca, el cielo era de un azul aún más intenso que hacía unos minutos y el sol se encontraba un poco más al poniente del cenit, como siempre ocurre a esa hora de la tarde. Prácticamente todos los presentes cubrían con alguna de sus manos el exceso de luz que les deslumbraba al dirigir las miradas hacia el cielo. Algunos permanecían recostados, como Betelgeuse. Otros estaban parados y caminaban tratando de acercarse más a lo inalcanzable, entre ellos Orionis. Muchas más de 50 fueron las interpretaciones, las recomendaciones, las opiniones, las hipótesis. No faltó quien se santiguara antes de apurar el último trago de cerveza y volver a la alberca sobándose el cuello adolorido. No faltó quien se desbocara en sesudas y reiteradas explicaciones dadas al aire, puesto que pronto se quedaba sin interlocutores. No faltó quien dijera que valía madres y que había que seguir con el boli. Un niño le dijo a su mamá que era como si el sol tuviera grandes pecas o como cuando a su hermana le había dado varicela. Al poco rato todo volvió a ser como antes y sólo un señor bastante pasado en años y tragos balbuceaba explicaciones a su esposa mientras ésta roncaba ruidosamente a unos cuantos metros de Orionis y Betelgeuse, que entonces decidieron subir al comedor y recordaron que por cierto no habían atendido su reporte y de nuevo los había despertado el ruido del animalito ese, que Orionis le preguntó a Betelgeuse cómo se llamaba y que ella le dijo con el mismo tono de fastidio que ya le había dicho que se llamaba Cuija y que tendrían que volver a reportarlo a la administración. Ninguno de los cerca de 50 observadores –y nadie más- apreció como lo que era el “inexplicable fenómeno natural” reportado al día siguiente por el meteorológico: el tercer símbolo. (Continuará)
domingo, 5 de octubre de 2008
lunes, 22 de septiembre de 2008
Los siete símbolos (Segunda parte)
2º. Lunes, 09:35 horas.
Fue Orionis el que sugirió pedir los desayunos a la habitación. Ambos coincidieron en que el cansancio del viaje, la comida y bebida del día anterior y el paseo por la playa (además del pinche béisbol pensó ella y el interminable arreglo personal, pensó él… y la tarde de la despedida del sábado, pensaron ambos) habían suplido con éxito a los somníferos que Betelgeuse tomaba a diario y Orionis cada tercer día, martes, jueves y sábados. Ayer, domingo, a Orionis no le tocaba y Betelgeuse lo había olvidado hasta que algo la despertó a eso de las dos de la mañana. Mientras esperaban que llegara el desayuno y arreglaban algunas cosas del equipaje que habían botado la noche anterior, comentaban sobre lo esplendido de las instalaciones, la suavidad de las sábanas, el funcionamiento del aire acondicionado, la belleza del mar que parecía pudieran tocar con sólo estirar las manos, el clima cálido en la amplia terraza, el kit de aseo personal que había en el baño, la amplitud del jacuzzi, la claridad con que se veían todos los canales del cable en la televisión, la amplitud de los closets y el extraño sonidito –como de alguien que lanza besitos al aire- que hizo que Betelgeuse buscara su pastilla un poco antes de las dos de la mañana. Orionis dijo que también lo había oído, pero que ni modo, hasta en estos lugares tan exclusivos llegan a colarse esos animalitos, ¿cómo se llaman?, ¡Cuijas!, dijo Betelgeuse. Acordaron reportarlo a la administración en el momento en que sonó el timbre de la puerta.
Luego que terminaron de desayunar, entre comentarios respecto al programa que en ese momento veían en la televisión o recordatorio de algunos asuntos pendientes en la ciudad, se dispusieron a disfrutar –ahora sí, propiamente- sus vacaciones. Mientras Orionis entró al baño, Betelgeuse se observó en el espejo. Su cuerpo joven lucía esplendoroso en ese traje de baño azul, discreto, que permitía adivinar sus bellos senos y su cadera torneada. Tomó la maleta que todavía no terminaban de vaciar y sacó los zapatos de tacón que había traído por si decidían salir a bailar o ir a cenar a algún lugar que ameritara un atuendo más formal. Arrojó el periódico que envolvía los zapatos en el momento en que Orionis salía del baño y le indicaba que ya podía entrar, que él ya estaba listo y que “por fa” no se tardara demasiado, que ya de por sí estaba muy fuerte el sol, y que ya iba a haber mucha gente en las albercas, y que luego no encontrarían camastro, etc., etc., etc. Betelgeuse entró al baño y Orionis recogió el periódico del suelo y se sentó en el sofá frente al televisor que transmitía una película subtitulada. Casi sin querer, sólo por casualidad, leyó la noticia.
“Estrella rechazada por la Vía Láctea”
“La estrella está saliendo de la Vía Láctea a dos millones de kilómetros por hora”
“Científicos en Estados Unidos dicen haber identificado una estrella que ha sido despedida de la Vía Láctea y se dirige hacia el vacío intergaláctico. Los astrónomos sospechan que la estrella salió disparada de nuestra galaxia después de un encuentro cercano con el campo gravitacional de un agujero negro. La estrella rechazada se desplaza a una velocidad superior a los dos millones de kilómetros por hora debido, según los científicos, a la tremenda fuerza del agujero negro que se cree está localizado en el centro de la Vía Láctea. “Estamos tentados a llamarla la estrella rechazada, por que fue despedida a la fuerza de su hogar”, afirmó el astrónomo Warren Brown del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Massachusets, quien agregó que "Jamás hemos visto una estrella moverse con la velocidad necesaria para escapar de los confines de nuestra galaxia". La estrella era parte de una pareja de estrellas que se acercaron a la periferia del agujero negro. Las dos giraban alrededor de ellas mismas a medida que eran atraídas cada vez más rápido hacia el agujero negro, un fenómeno espacial cuya gravedad es tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, escapa de ella. La fuerza gravitacional del agujero negro despidió a la estrella. El agujero negro capturó una de las estrellas, mientras que la otra fue arrojada hacia fuera con gran fuerza. En este momento, la estrella rechazada se encuentra a unos 180,000 años luz de la Tierra, en una región externa de la galaxia conocida como El Halo. La estrella se desplaza al doble de la velocidad necesaria para escapar a la atracción de la Vía Láctea, así que la galaxia no podrá detenerla. De la misma manera que una sonda es lanzada desde la Tierra, esta estrella fue lanzada desde el centro de la galaxia en un viaje sin retorno. Enfrenta un solitario futuro a medida que abandona nuestra galaxia para no regresar jamás”
Cuando empezaba a comentarle la noticia a Betelgeuse, mientras caminaban por el pasillo hacia el elevador, otra pareja entabló una breve conversación de cortesía y ninguno fue capaz de apreciar que en ese momento, en el piso 15, en el ángulo que forman las paredes con el techo, desfilaban densas columnas de hormigas, pequeñas todas ellas, pero en tan descomunal número que semejaban una línea negra cuidadosamente pintada en la orilla del muro. Mucho menos pudieron observar que las hormigas avanzaban de manera caótica, desordenada; no era como cuando se dirigen hacia algún alimento abandonado o mal almacenado, no, avanzaban unos cuantos centímetros en una dirección y luego retrocedían sobre sus pasos chocando y derribando a otras hormigas que también avanzaban y retrocedían sin concierto. Ninguno de los huéspedes de los otros 25 pisos que en esos momentos entraban o salían de sus habitaciones observó la anárquica marcha de las hormiguitas, que se repetía en todos los pisos del hotel y en las habitaciones y en el comedor y en la cocina y en los almacenes y en los cuartos de máquinas y en los talleres y en la ropería y en el estacionamiento… y más allá. Los atareados empleados destinados a combatir el fenómeno no fueron capaces de percibir que ese era, precisamente, el segundo símbolo.
Fue Orionis el que sugirió pedir los desayunos a la habitación. Ambos coincidieron en que el cansancio del viaje, la comida y bebida del día anterior y el paseo por la playa (además del pinche béisbol pensó ella y el interminable arreglo personal, pensó él… y la tarde de la despedida del sábado, pensaron ambos) habían suplido con éxito a los somníferos que Betelgeuse tomaba a diario y Orionis cada tercer día, martes, jueves y sábados. Ayer, domingo, a Orionis no le tocaba y Betelgeuse lo había olvidado hasta que algo la despertó a eso de las dos de la mañana. Mientras esperaban que llegara el desayuno y arreglaban algunas cosas del equipaje que habían botado la noche anterior, comentaban sobre lo esplendido de las instalaciones, la suavidad de las sábanas, el funcionamiento del aire acondicionado, la belleza del mar que parecía pudieran tocar con sólo estirar las manos, el clima cálido en la amplia terraza, el kit de aseo personal que había en el baño, la amplitud del jacuzzi, la claridad con que se veían todos los canales del cable en la televisión, la amplitud de los closets y el extraño sonidito –como de alguien que lanza besitos al aire- que hizo que Betelgeuse buscara su pastilla un poco antes de las dos de la mañana. Orionis dijo que también lo había oído, pero que ni modo, hasta en estos lugares tan exclusivos llegan a colarse esos animalitos, ¿cómo se llaman?, ¡Cuijas!, dijo Betelgeuse. Acordaron reportarlo a la administración en el momento en que sonó el timbre de la puerta.
Luego que terminaron de desayunar, entre comentarios respecto al programa que en ese momento veían en la televisión o recordatorio de algunos asuntos pendientes en la ciudad, se dispusieron a disfrutar –ahora sí, propiamente- sus vacaciones. Mientras Orionis entró al baño, Betelgeuse se observó en el espejo. Su cuerpo joven lucía esplendoroso en ese traje de baño azul, discreto, que permitía adivinar sus bellos senos y su cadera torneada. Tomó la maleta que todavía no terminaban de vaciar y sacó los zapatos de tacón que había traído por si decidían salir a bailar o ir a cenar a algún lugar que ameritara un atuendo más formal. Arrojó el periódico que envolvía los zapatos en el momento en que Orionis salía del baño y le indicaba que ya podía entrar, que él ya estaba listo y que “por fa” no se tardara demasiado, que ya de por sí estaba muy fuerte el sol, y que ya iba a haber mucha gente en las albercas, y que luego no encontrarían camastro, etc., etc., etc. Betelgeuse entró al baño y Orionis recogió el periódico del suelo y se sentó en el sofá frente al televisor que transmitía una película subtitulada. Casi sin querer, sólo por casualidad, leyó la noticia.
“Estrella rechazada por la Vía Láctea”
“La estrella está saliendo de la Vía Láctea a dos millones de kilómetros por hora”
“Científicos en Estados Unidos dicen haber identificado una estrella que ha sido despedida de la Vía Láctea y se dirige hacia el vacío intergaláctico. Los astrónomos sospechan que la estrella salió disparada de nuestra galaxia después de un encuentro cercano con el campo gravitacional de un agujero negro. La estrella rechazada se desplaza a una velocidad superior a los dos millones de kilómetros por hora debido, según los científicos, a la tremenda fuerza del agujero negro que se cree está localizado en el centro de la Vía Láctea. “Estamos tentados a llamarla la estrella rechazada, por que fue despedida a la fuerza de su hogar”, afirmó el astrónomo Warren Brown del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, en Massachusets, quien agregó que "Jamás hemos visto una estrella moverse con la velocidad necesaria para escapar de los confines de nuestra galaxia". La estrella era parte de una pareja de estrellas que se acercaron a la periferia del agujero negro. Las dos giraban alrededor de ellas mismas a medida que eran atraídas cada vez más rápido hacia el agujero negro, un fenómeno espacial cuya gravedad es tan fuerte que nada, ni siquiera la luz, escapa de ella. La fuerza gravitacional del agujero negro despidió a la estrella. El agujero negro capturó una de las estrellas, mientras que la otra fue arrojada hacia fuera con gran fuerza. En este momento, la estrella rechazada se encuentra a unos 180,000 años luz de la Tierra, en una región externa de la galaxia conocida como El Halo. La estrella se desplaza al doble de la velocidad necesaria para escapar a la atracción de la Vía Láctea, así que la galaxia no podrá detenerla. De la misma manera que una sonda es lanzada desde la Tierra, esta estrella fue lanzada desde el centro de la galaxia en un viaje sin retorno. Enfrenta un solitario futuro a medida que abandona nuestra galaxia para no regresar jamás”
Cuando empezaba a comentarle la noticia a Betelgeuse, mientras caminaban por el pasillo hacia el elevador, otra pareja entabló una breve conversación de cortesía y ninguno fue capaz de apreciar que en ese momento, en el piso 15, en el ángulo que forman las paredes con el techo, desfilaban densas columnas de hormigas, pequeñas todas ellas, pero en tan descomunal número que semejaban una línea negra cuidadosamente pintada en la orilla del muro. Mucho menos pudieron observar que las hormigas avanzaban de manera caótica, desordenada; no era como cuando se dirigen hacia algún alimento abandonado o mal almacenado, no, avanzaban unos cuantos centímetros en una dirección y luego retrocedían sobre sus pasos chocando y derribando a otras hormigas que también avanzaban y retrocedían sin concierto. Ninguno de los huéspedes de los otros 25 pisos que en esos momentos entraban o salían de sus habitaciones observó la anárquica marcha de las hormiguitas, que se repetía en todos los pisos del hotel y en las habitaciones y en el comedor y en la cocina y en los almacenes y en los cuartos de máquinas y en los talleres y en la ropería y en el estacionamiento… y más allá. Los atareados empleados destinados a combatir el fenómeno no fueron capaces de percibir que ese era, precisamente, el segundo símbolo.
domingo, 14 de septiembre de 2008
Los siete símbolos (Primera parte)
El símbolo puede decirle al hombre… de tu ojo soy la mirada.
Charles S. Peirce (1894)
1º. Domingo, 17:30 horas.
Ellos estaban sentados ante una mesa con vista al mar. El lugar era amplio, fresco, exquisitamente decorado; la vista magnífica desde cualquier punto del restaurante y a esa hora el bullicio de los comensales casi se había extinguido y sólo se escuchaban algunas risas, palabras sueltas de algún retazo de conversación, el rozar de la loza diligentemente recogida por las meseras o el llanto ocasional del somnoliento niño que a ratos exigía a sus padres le permitieran ir a la playa o cuando menos a la alberca.
Cuando al cabo de unos minutos después de las cinco y media de la tarde le ofrecieron a Orionis la cuenta, éste revisó con detalle los alimentos incluidos, las bebidas y el total. Anotó con letra clara el monto de la propina –riguroso 10%-, su nombre y apellido, el número de la habitación que les habían asignado cuando se registraron en el hotel hacía poco más de cuatro horas, recién que habían llegado procedentes del aeropuerto, la firmó y la dejó a su derecha, en un extremo de la mesa. En voz baja, ya que el Capitán estaba por llegar, le dijo a Betelgeuse que le parecía muy caro, aunque ambos coincidieron que tanto los alimentos y bebidas, como el lugar y el servicio eran excelentes y bien podían darse este pequeño lujo.
Aunque Betelgeuse insistió en subir al cuarto para asearse los dientes, Orionis la convenció de ir a los sanitarios de la planta baja y luego dar un paseo a la orilla del mar para aprovechar la luminosidad de la tarde que en poco más de una hora habría de ceder su paso a la noche estrellada anunciada por el meteorológico, aunque bastante oscura, ya que apenas era luna nueva.
Caminar sobre esa arena tibia y blanca, en algunos puntos húmeda y en otros más llena de pequeñas burbujas de agua de mar que iba y venía compasadamente, caminar sobre esa arena, comentaban ellos, era por demás agradable, reconfortante decía Orionis, relajante agregaba Betelgeuse… y ambos se esforzaban en encontrar adjetivos que les hicieran olvidar, aunque fuera sólo por ese momento, su cotidianeidad. A su paso, lejos de las zonas marginales y del subdesarrollo que sustenta esos espacios de privilegio, se cruzan con otras parejas, hombres que corren sudorosos, bulliciosos adolescentes, mujeres que muestran sus nalgas sin reserva, algunos niños con cara de fastidio que arrastran tras de sí una pequeña cubeta de plástico llena de arena y agua. En ocasiones cruzan cordiales saludos en inglés, francés, alemán, español… a veces basta un ligero movimiento de cabeza… otras simplemente caminan sin mirarse.
Cuando Betelgeuse decidió que era hora de regresar al hotel, puesto que estaba oscuro y además ya se había cansado de caminar (y platicar dijo para sus adentros), Orionis estuvo de acuerdo y pensó que podría llegar a tiempo de ver el juego de beis, aunque no recordaba quienes eran los contendientes, ni los integrantes de los equipos, ni los lugares en la tabla de clasificación, ni siquiera el horario o el canal en el que lo iban a transmitir.
Orionis volteó al cielo y le recordó a Betelgeuse que ella era una estrella de clase M, a lo que le respondió que él era de clase B, según la clasificación de los espectros estelares. Él caliente, ella fría. Betelgeuse le dijo que él se llamaba Épsilon o Alnitam y Orionis le recordó que en realidad ella era Alfa Orionis. Ambos rieron y comentaron la ocurrencia de sus respectivos padres, la monserga que sus nombres representaron durante toda su formación escolar, en los trabajos y trámites legales y la exquisita casualidad de que se hubieran encontrado uno al otro, tal y como están en la constelación de Orión: ella en el hombro derecho, él en el cinturón. Abrazados caminaron hacia el hotel.
Mientras caminaban por el empedrado hacia el interior de las instalaciones, con el mar a sus espaldas, el cielo se iluminó fugazmente, como si una gran bola de fuego cruzara de norte a sur, describiendo una parábola poco pronunciada que rasgó lo oscuro de la naciente noche y que no fue percibida por ellos, ni por otros. Sólo algunos en el meteorológico anotaron displicentes la presencia del “inexplicable fenómeno natural” que nadie apreció como lo que era: el primer símbolo.
Continuará...
Charles S. Peirce (1894)
1º. Domingo, 17:30 horas.
Ellos estaban sentados ante una mesa con vista al mar. El lugar era amplio, fresco, exquisitamente decorado; la vista magnífica desde cualquier punto del restaurante y a esa hora el bullicio de los comensales casi se había extinguido y sólo se escuchaban algunas risas, palabras sueltas de algún retazo de conversación, el rozar de la loza diligentemente recogida por las meseras o el llanto ocasional del somnoliento niño que a ratos exigía a sus padres le permitieran ir a la playa o cuando menos a la alberca.
Cuando al cabo de unos minutos después de las cinco y media de la tarde le ofrecieron a Orionis la cuenta, éste revisó con detalle los alimentos incluidos, las bebidas y el total. Anotó con letra clara el monto de la propina –riguroso 10%-, su nombre y apellido, el número de la habitación que les habían asignado cuando se registraron en el hotel hacía poco más de cuatro horas, recién que habían llegado procedentes del aeropuerto, la firmó y la dejó a su derecha, en un extremo de la mesa. En voz baja, ya que el Capitán estaba por llegar, le dijo a Betelgeuse que le parecía muy caro, aunque ambos coincidieron que tanto los alimentos y bebidas, como el lugar y el servicio eran excelentes y bien podían darse este pequeño lujo.
Aunque Betelgeuse insistió en subir al cuarto para asearse los dientes, Orionis la convenció de ir a los sanitarios de la planta baja y luego dar un paseo a la orilla del mar para aprovechar la luminosidad de la tarde que en poco más de una hora habría de ceder su paso a la noche estrellada anunciada por el meteorológico, aunque bastante oscura, ya que apenas era luna nueva.
Caminar sobre esa arena tibia y blanca, en algunos puntos húmeda y en otros más llena de pequeñas burbujas de agua de mar que iba y venía compasadamente, caminar sobre esa arena, comentaban ellos, era por demás agradable, reconfortante decía Orionis, relajante agregaba Betelgeuse… y ambos se esforzaban en encontrar adjetivos que les hicieran olvidar, aunque fuera sólo por ese momento, su cotidianeidad. A su paso, lejos de las zonas marginales y del subdesarrollo que sustenta esos espacios de privilegio, se cruzan con otras parejas, hombres que corren sudorosos, bulliciosos adolescentes, mujeres que muestran sus nalgas sin reserva, algunos niños con cara de fastidio que arrastran tras de sí una pequeña cubeta de plástico llena de arena y agua. En ocasiones cruzan cordiales saludos en inglés, francés, alemán, español… a veces basta un ligero movimiento de cabeza… otras simplemente caminan sin mirarse.
Cuando Betelgeuse decidió que era hora de regresar al hotel, puesto que estaba oscuro y además ya se había cansado de caminar (y platicar dijo para sus adentros), Orionis estuvo de acuerdo y pensó que podría llegar a tiempo de ver el juego de beis, aunque no recordaba quienes eran los contendientes, ni los integrantes de los equipos, ni los lugares en la tabla de clasificación, ni siquiera el horario o el canal en el que lo iban a transmitir.
Orionis volteó al cielo y le recordó a Betelgeuse que ella era una estrella de clase M, a lo que le respondió que él era de clase B, según la clasificación de los espectros estelares. Él caliente, ella fría. Betelgeuse le dijo que él se llamaba Épsilon o Alnitam y Orionis le recordó que en realidad ella era Alfa Orionis. Ambos rieron y comentaron la ocurrencia de sus respectivos padres, la monserga que sus nombres representaron durante toda su formación escolar, en los trabajos y trámites legales y la exquisita casualidad de que se hubieran encontrado uno al otro, tal y como están en la constelación de Orión: ella en el hombro derecho, él en el cinturón. Abrazados caminaron hacia el hotel.
Mientras caminaban por el empedrado hacia el interior de las instalaciones, con el mar a sus espaldas, el cielo se iluminó fugazmente, como si una gran bola de fuego cruzara de norte a sur, describiendo una parábola poco pronunciada que rasgó lo oscuro de la naciente noche y que no fue percibida por ellos, ni por otros. Sólo algunos en el meteorológico anotaron displicentes la presencia del “inexplicable fenómeno natural” que nadie apreció como lo que era: el primer símbolo.
Continuará...
domingo, 17 de agosto de 2008
¡Aquí estamos!
Pues sí, ¡aquí estamos! La familia. Del latín familía (famulus: "esclavo doméstico"... ¿qué tal, eh?) La primera acepción (Cada uno de los significados de una palabra según los contextos en que aparece) que refiere el Diccionario de la lengua española, vigésima tercera edición de la Real Academia Española (www.rae.es), dice: "Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas"; en ese sentido no somos familia, por lo que recurro a la segunda acepción: "Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje" ¡Ahora sí!, somos una familia. Al continuar con las posibles definiciones de "familia", me gusta la octava, aplicable en biología: "Taxón constituido por varios géneros naturales que poseen gran número de caracteres comunes", también desde esta perspectiva totalmente naturalista somos "familia", ¿no? Ya sé que ahora hay que definir taxón o taxon, que es correcta con o sin tilde o acento; se define como: "Cada una de las subdivisiones de la clasificación biológica, desde la especie, que se toma como unidad, hasta el filo o tipo de organización"
Ahora bien, más allá de las meras definiciones, este artículo de Wikipedia, la enciclopedia libre (http//es.wikipedia.org/wiki/Familia) puede resultar interesante; transcribo una selección: "... la familia encuentra su origen en el matrimonio, consta de esposo, esposa e hijos nacidos de su unión y sus miembros se mantienen unidos por lazos legales, económicos y religiosos.. (Claude Lévi-Strauss)... En oposición a este enfoque, Radica Coomaraswamy defiende que "no se debería definir la familia mediante una construcción formalista, nuclear, la de marido, mujer e hijos. La familia es el lugar donde las personas aprenden a cuidar y a ser cuidadas, a confiar y a que se confíe en ellas, a nutrir a otras personas y a nutrirse de ellas"... Desde luego que es indispensable reconocer la historicidad del concepto, asunto por demás complejo y que escapa un poco al sentido de este blog; no obstante, finalizo el presente con tres conceptos:
1. En las sociedades primitivas la familia era una unidad económica: los hombres cazaban mientras que las mujeres recogían y preparaban los alimentos y cuidaban de los niños.
2. El esquema de familia predominante en las sociedades industrializadas tiene también una base utilitaria, al permitir la trasmisión de capitales económicos, simbólicos y sociales.
3. En contraposición a los puntos de vista anteriores, la doctrina católica sostiene que la familia es un don natural, querido por Dios y fundado en el matrimonio de un hombre y una mujer.
Y tú ¿qué opinas?
Ahora bien, más allá de las meras definiciones, este artículo de Wikipedia, la enciclopedia libre (http//es.wikipedia.org/wiki/Familia) puede resultar interesante; transcribo una selección: "... la familia encuentra su origen en el matrimonio, consta de esposo, esposa e hijos nacidos de su unión y sus miembros se mantienen unidos por lazos legales, económicos y religiosos.. (Claude Lévi-Strauss)... En oposición a este enfoque, Radica Coomaraswamy defiende que "no se debería definir la familia mediante una construcción formalista, nuclear, la de marido, mujer e hijos. La familia es el lugar donde las personas aprenden a cuidar y a ser cuidadas, a confiar y a que se confíe en ellas, a nutrir a otras personas y a nutrirse de ellas"... Desde luego que es indispensable reconocer la historicidad del concepto, asunto por demás complejo y que escapa un poco al sentido de este blog; no obstante, finalizo el presente con tres conceptos:
1. En las sociedades primitivas la familia era una unidad económica: los hombres cazaban mientras que las mujeres recogían y preparaban los alimentos y cuidaban de los niños.
2. El esquema de familia predominante en las sociedades industrializadas tiene también una base utilitaria, al permitir la trasmisión de capitales económicos, simbólicos y sociales.
3. En contraposición a los puntos de vista anteriores, la doctrina católica sostiene que la familia es un don natural, querido por Dios y fundado en el matrimonio de un hombre y una mujer.
Y tú ¿qué opinas?
miércoles, 6 de agosto de 2008
Ante el alud de visitas a mi Blog (0), respuestas a mis correos electrónicos (3) y comentarios personales (2), inició la publicación con un cuento que escribí hace casi tres años.
LA IDEA
Al principio le pareció que la idea no era mala, pero conforme se enfrentaba a la tarea mecánica de colocar una tras otra las letras y luego las palabras y luego las frases, las oraciones y los párrafos, así como desechar metafóricamente las hojas gracias a la presencia de la lap top, se percató que había hojas, párrafos, oraciones, frases, palabras y letras a las que, al parecer, sólo les faltaba una cosa: la idea.
Conforme continuaba en la labor le era más evidente lo que ya se había advertido a sí mismo hace mucho tiempo: falta de oficio, cualquier cosa que eso pudiera significar.
De cualquier forma (¿o debía decir por fuerza, manera? Forma como sustantivo puede entenderse como modo, método, aspecto, estructura, figura o modelo, pero si se emplea como verbo es posible que se entienda como constituye, compone, hace o educa… Después de esa reflexión tuvo que volver varias veces a leer el poco más del centenar de palabras escritas para tratar de rescatar la idea.)
De cualquier modo (así que un sinónimo de manera, ¡claro! cuando se emplea como sustantivo, ¿es modo?; entonces ¿no es cierto que dos cosas iguales entre sí sean iguales a una tercera? ¡Diablos! ¡Que intrincado es el lenguaje!)
De cualquier forma, manera y modo se le hizo más evidente que uno de los problemas para avanzar en LA IDEA era precisamente la falta de oficio.
Imperceptiblemente apareció en la página en blanco: LA IDEA.
Ahora la tarea, contrariamente a lo que pudiera suponerse, se volvió más difícil y angustiante; de pronto advirtió que el problema no era el orden de las palabras: artículo, sustantivo, verbo y complemento: el perro mueve la cola (¡hasta para un lego resulta obvio que la cola es el complemento del perro!) o la lucha entre sinónimos y antónimos o cualquiera de los infinitos subterfugios que esconde la gramática española… el problema era peor: apareció LA IDEA como una estrella fugaz.
Y no hace falta forzar más la metáfora.
Cerró cuidadosamente los programas abiertos: el procesador de textos, el reproductor de música, la conexión a Internet; apagó la computadora (quizá sería mejor ordenador, como dicen los españoles) y la guardó con la meticulosidad en él habitual.
Tomó nuevamente sus libros y se dispuso a precisar la noción de heliotropo y heliozoos que debería explicar al día siguiente a sus alumnos, para que comprendieran otra de las muchas diferencias habidas entre el reino vegetal y el animal.
Ahí, perdida y a punto de expirar entre cientos de miles de bytes de memoria libre, quedó LA IDEA.
LA IDEA
Al principio le pareció que la idea no era mala, pero conforme se enfrentaba a la tarea mecánica de colocar una tras otra las letras y luego las palabras y luego las frases, las oraciones y los párrafos, así como desechar metafóricamente las hojas gracias a la presencia de la lap top, se percató que había hojas, párrafos, oraciones, frases, palabras y letras a las que, al parecer, sólo les faltaba una cosa: la idea.
Conforme continuaba en la labor le era más evidente lo que ya se había advertido a sí mismo hace mucho tiempo: falta de oficio, cualquier cosa que eso pudiera significar.
De cualquier forma (¿o debía decir por fuerza, manera? Forma como sustantivo puede entenderse como modo, método, aspecto, estructura, figura o modelo, pero si se emplea como verbo es posible que se entienda como constituye, compone, hace o educa… Después de esa reflexión tuvo que volver varias veces a leer el poco más del centenar de palabras escritas para tratar de rescatar la idea.)
De cualquier modo (así que un sinónimo de manera, ¡claro! cuando se emplea como sustantivo, ¿es modo?; entonces ¿no es cierto que dos cosas iguales entre sí sean iguales a una tercera? ¡Diablos! ¡Que intrincado es el lenguaje!)
De cualquier forma, manera y modo se le hizo más evidente que uno de los problemas para avanzar en LA IDEA era precisamente la falta de oficio.
Imperceptiblemente apareció en la página en blanco: LA IDEA.
Ahora la tarea, contrariamente a lo que pudiera suponerse, se volvió más difícil y angustiante; de pronto advirtió que el problema no era el orden de las palabras: artículo, sustantivo, verbo y complemento: el perro mueve la cola (¡hasta para un lego resulta obvio que la cola es el complemento del perro!) o la lucha entre sinónimos y antónimos o cualquiera de los infinitos subterfugios que esconde la gramática española… el problema era peor: apareció LA IDEA como una estrella fugaz.
Y no hace falta forzar más la metáfora.
Cerró cuidadosamente los programas abiertos: el procesador de textos, el reproductor de música, la conexión a Internet; apagó la computadora (quizá sería mejor ordenador, como dicen los españoles) y la guardó con la meticulosidad en él habitual.
Tomó nuevamente sus libros y se dispuso a precisar la noción de heliotropo y heliozoos que debería explicar al día siguiente a sus alumnos, para que comprendieran otra de las muchas diferencias habidas entre el reino vegetal y el animal.
Ahí, perdida y a punto de expirar entre cientos de miles de bytes de memoria libre, quedó LA IDEA.
sábado, 2 de agosto de 2008
...y al principio era el caos
Este es mi primer escrito en este medio, para mí novedoso, pero muy difundido para mucha gente. Como espero que vari@s de mis amig@s contemporáne@s accedan a este Blog y emitan comentarios, me permito hacerles saber que hay que tener una cuenta en Google, lo que implica sólo asignarse un nombre de usuario y una contraseña y luego emitir su comentario a lo que vamos a ir escribiendo. Recuerden que es un espacio dedicado exclusivamente a las letras: cuento, poesía, novela, ensayo, crónica, crítica literaria y otros estilos que ayuden a intercambiar ideas, opiniones, hallazgos, ocurrencias y toda clase de subterfugios destinados a "perder el tiempo", pero que cualquier comentario es bienvenido. Si por alguna razón prefieren mantenerse en el anonimato, entonces escriban a mi correo electrónico de siempre: osoriovich@hotmail.com o al nuevo de Google: marioluisosorio@gmail.com, o mejor aún, si lo prefieren, llamen a casa e inviten a tomar cerveza o a desayunar si no hay más remedio. Un abrazo a tod@s.
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