miércoles, 6 de agosto de 2008

Ante el alud de visitas a mi Blog (0), respuestas a mis correos electrónicos (3) y comentarios personales (2), inició la publicación con un cuento que escribí hace casi tres años.
LA IDEA
Al principio le pareció que la idea no era mala, pero conforme se enfrentaba a la tarea mecánica de colocar una tras otra las letras y luego las palabras y luego las frases, las oraciones y los párrafos, así como desechar metafóricamente las hojas gracias a la presencia de la lap top, se percató que había hojas, párrafos, oraciones, frases, palabras y letras a las que, al parecer, sólo les faltaba una cosa: la idea.
Conforme continuaba en la labor le era más evidente lo que ya se había advertido a sí mismo hace mucho tiempo: falta de oficio, cualquier cosa que eso pudiera significar.
De cualquier forma (¿o debía decir por fuerza, manera? Forma como sustantivo puede entenderse como modo, método, aspecto, estructura, figura o modelo, pero si se emplea como verbo es posible que se entienda como constituye, compone, hace o educa… Después de esa reflexión tuvo que volver varias veces a leer el poco más del centenar de palabras escritas para tratar de rescatar la idea.)
De cualquier modo (así que un sinónimo de manera, ¡claro! cuando se emplea como sustantivo, ¿es modo?; entonces ¿no es cierto que dos cosas iguales entre sí sean iguales a una tercera? ¡Diablos! ¡Que intrincado es el lenguaje!)
De cualquier forma, manera y modo se le hizo más evidente que uno de los problemas para avanzar en LA IDEA era precisamente la falta de oficio.
Imperceptiblemente apareció en la página en blanco: LA IDEA.
Ahora la tarea, contrariamente a lo que pudiera suponerse, se volvió más difícil y angustiante; de pronto advirtió que el problema no era el orden de las palabras: artículo, sustantivo, verbo y complemento: el perro mueve la cola (¡hasta para un lego resulta obvio que la cola es el complemento del perro!) o la lucha entre sinónimos y antónimos o cualquiera de los infinitos subterfugios que esconde la gramática española… el problema era peor: apareció LA IDEA como una estrella fugaz.
Y no hace falta forzar más la metáfora.
Cerró cuidadosamente los programas abiertos: el procesador de textos, el reproductor de música, la conexión a Internet; apagó la computadora (quizá sería mejor ordenador, como dicen los españoles) y la guardó con la meticulosidad en él habitual.
Tomó nuevamente sus libros y se dispuso a precisar la noción de heliotropo y heliozoos que debería explicar al día siguiente a sus alumnos, para que comprendieran otra de las muchas diferencias habidas entre el reino vegetal y el animal.
Ahí, perdida y a punto de expirar entre cientos de miles de bytes de memoria libre, quedó LA IDEA.

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